SALUDO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL CANCILLER DE LA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA
Miércoles 29 de enero de 1964
Le damos nuestra cordial bienvenida, señor canciller que ha querido cumplimentarnos con ocasión de su primera visita a la Ciudad Eterna, después de asumir su alto cargo.
Nuestro saludo se dirige al canciller federal de Alemania, o sea, al representante de un pueblo tenido en alta estima por nuestros predecesores y por Nos mismo, que, en los pasados diez años, fuimos colaborador del Papa Pío XII, de venerable memoria, y sabemos bien cuánto amó aquel Pontífice a su país, y también cómo señaló con voz clara y firme, cuando la gravedad de la hora lo imponía a su conciencia, las obligaciones morales a que todo hombre está sujeto. Rara vez un Pontífice fue tan afecto a la patria de usted y a su pueblo como lo fue Pío XII, que conoció de cerca a su país y sus gentes, y el cual, bien se puede decir, se vio rodeado de una general veneración y reconocimiento en Alemania; y esto también por la razón de que tan cordial contacto ha tenido siempre manifestaciones concretas, especialmente en tiempos de gran calamidad.
Nos también hemos tenido la oportunidad, durante nuestro viaje a través de su bella patria, de conocer más de cerca al pueblo alemán y de estimarlo. Además hemos encontrado a menudo, en los largos años de nuestra actividad en la Secretaría de Estado, no sólo a eminentes personalidades de su país, en el campo de la cultura, de la economía y de la política, sino también al hombre del pueblo, al silencioso visitante y devoto peregrino a los santuarios de Roma.
He aquí por qué deseamos rogarle, señor canciller, que se haga intérprete ante el señor presidente de la República Federal, doctor Heinrich Lübke, de nuestro saludo y bendición y de nuestros cordiales augurios. Nuestro saludo y nuestra bendición se dirige también a todo el pueblo alemán, al cual expresamos toda nuestra admiración y gratitud, ante todo por cuanto hace —y frecuentemente con las ofrendas de los que menos tienen— en favor de los pueblos en vías de desarrollo, contribuyendo así a la obra civilizadora de las misiones católicas. Nuestro saludo va también a los católicos alemanes que se cuentan entre los mejores hijos de su patria y entre los fieles más amados de la Iglesia. Imploramos, pues, para su pueblo y para cada uno de sus ciudadanos, plena felicidad, serenidad auténtica y el mejor bienestar.
Por todo ello nos congratulamos con usted, señor canciller, por sus nobles propósitos y generosos proyectos y le auguramos un feliz éxito en su empeño de asegurar la elevación de la familia y la educación de la juventud.
Sobre usted, como también sobre los señores y señoras de su séquito, sobre todos sus colaboradores, así como para el éxito de su importante tarea en bien de Alemania y para el mantenimiento y refuerzo de la paz en Europa y en el mundo, imploramos la protección de Dios y sus copiosas gracias.
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