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DISCURSO DEL PAPA PABLO VI
A LA PRIMERA ASAMBLEA DE LA OFICINA
INTERNACIONAL DE TURISMO SOCIAL*

Viernes 11 de diciembre de 1964

 

Cuando, como en el caso presente, Nos toca recibir visitas que Nos brindan el placer de un encuentro con personas y actividades que no Nos son siempre y perfectamente conocidas – vinculadas con planes de acción y estudio diferentes del plan cristiano y religioso que es el Nuestro –, llegamos a preguntarNos si esos encuentros tienen sólo un sentido de cortesía o si se Nos atribuye un hipotético conocimiento enciclopédico. Pero en el caso presente desvanécese toda duda de inmediato, tan delicada, deferente y en verdad justificada es la intención que ha conducido hasta aquí vuestros pasos. Venís a Nos porque en el fondo pensáis que además de la oportunidad de conocer al Papa, la visita os da la oportunidad de conoceros mejor a vosotros mismos. La visita al Papa es como una mirada en el espejo. La visita al Papa es una especie de examen de conciencia que os hace buscar no los defectos sino las cualidades, las virtudes y los méritos de lo que vosotros sois y de lo que representáis. Es como una profesión de principios, de ideales, de resoluciones, que no solamente penetra y ennoblece cuanto os concierne sino que os alza a un plano más elevado, en el que vuestras alas penetran el designio superior de la vida verdadera y total y se hacen más deseosas y dignas de la bendición de Dios, a través de la Nuestra.

Así es en verdad. "El hombre espiritual todo lo juzga", dice San Pablo (1 Cor. 2, 15). La omisión que le es confiada lo pone en condición de poder conocerlo todo, examinarlo todo, dirigirlo todo según los principios y fines de que se deriva la verdadera sabiduría, como nos han sido enseñados por Cristo Señor, nuestro único y soberano Maestro. He aquí por qué, sin arrogarnos una competencia que es vuestra en el campo específico que os interesa, Nos podemos hacer de ella también Nuestro campo de interés, decir una palabra respecto a ella, que no sea palabra vana, como puede hacerlo precisamente quien considera las cosas desde lo alto y siempre con mirada de benevolencia y de estima.

Estimados Señores, estas observaciones han servido para reafirmar en Nos y en vosotros el sentido y la medida de Nuestra competencia para examina vuestros problemas, que son los del turismo social, que vosotros estudiáis en el amplio orden internacional y en su complejidad: técnica, deportiva, folklórica, pedagógica, moral y social. Estos problemas no son por otra parte nuevos ante el Papado. Nuestros Predecesores se refirieron a ellos varias veces y magistralmente. Basta recordar cómo supo Pío XII poner en relieve los valores morales del turismo y subrayar sus capacidades de desarrollo del espíritu, de apertura del sentido social, de disminución de los prejuicios, de estima recíproca de los pueblos, de ascética personal, de enriquecimiento de la experiencia y de elevación del espíritu. (A los dirigentes de las organizaciones italianas de turismo, 30 de marzo de 1952, Discorsi e Radiomessaggi XIV p. 41-45. Alocución a la federación internacional de asociaciones turísticas de ferroviarios, ib., p. 193-194 el 5 de junio de 1952). Y el Papa Juan XXIII volvía sobre esta enseñanza congratulándose por la difusión del turismo en todas las clases de la sociedad y por su aptitud para favorecer el conocimiento, la comprensión la ayuda mutua, y "la acrecentada percepción de la solidaridad fundamental" de todos los hombres (Alocución al tercer congreso internacional de turismo social, el 26 de mayo de 1962, Discorsi, messaggi, colloqui, IV, p. 295-297). Nos mismo teníamos oportunidad el año pasado en Castel Gandolfo (Alocución a los miembros de 1a conferencia internacional de la ONU sobre turismo, el 31 de agosto de 1963, A.A.S. LV, p. 746-749), y este año en el Vaticano, de hablar sobre el turismo. ¿Quién ignora además que la Iglesia ha hecho suyo el estudio del fenómeno que vosotros representáis, considerándolo en el aspecto que es propio de su ministerio, el aspecto pastoral?

Como veis, no Nos sentimos solamente competentes para intervenir en la dialéctica de vuestras discusiones, sino que además Nos sentimos obligados a ello, como en el deber de agradeceros el haber pedido esta audiencia, brindándoNos así la ocasión de poderNos dirigir a vosotros. Entre las numerosas consideraciones que el problema del turismo social internacional nos ofrece desde el punto de vista pastoral, elegiremos algunas reflexiones.

El turismo nos permite conocer a otros hombres, sus países, sus costumbres diversas y legítimas, sus civilizaciones, los lugares elegidos y privilegiados de su historia, sus maneras de vivir, que son tan diferentes según los lugares y climas. Hace descubrir también el turismo sitios y paisajes que ayudan a comprender el alma de los pueblos; nos pone en contacto con las obras de arte a través de las cuales esos pueblos se han manifestado. Agranda asimismo el círculo de los conocimientos y da ocasión para ensanchar el diálogo con los hombres, aun cuando sean muy distintas las mentalidades que los caractericen. Por otra parte, ese enriquecimiento no tiene sentido único sino que es recíproco: es valedero tanto para quienes acogen como para quienes visitan, abriendo tanto a unos como a otros, horizontes nuevos sobre un mundo exterior que hasta entonces les era extraño.

El primer fruto de estas relaciones hoy multiplicadas, es el descubrimiento de lo que existe de común en el fondo de la diversidad. Es la condición humana, de la que el turismo permite conocer las dimensiones, conduciendo de lo particular a lo universal, llevando a cada uno a descubrir lo que hace del otro por diferente que sea – otro hombre, su hermano, y comprender así mejor lo que es el hombre. Acercando entre sí a los pueblos y a las clases sociales, revela el turismo la rica diversidad de esta misma familia, que constituye el conjunto de los hombres. Y resulta en este sentido un factor irreemplazable de cultura y de humanismo que abate prejuicios, descubre las riquezas ajenas, conduce a respetarlas y a tomar de ellas lo mejor que tienen.

¿Quién no ve que, comprendido y practicado así, el turismo constituye un instrumento privilegiado de educación para las personas y para los pueblos, por poco que al deseo de conocer se una el de comprenderse y amarse? Despistado por la diversidad de costumbres hasta entonces desconocidas para él, pasa el viajero de la ignorancia y de la indiferencia a la comprensión y a la simpatía, a condición empero y siempre de que quiera salir de sí mismo y mirar en derredor de sí con mirada amistosa y corazón benevolente. Si creyéramos al poeta, quienes atraviesan los mares cambiarían de cielo pero no de corazón. "Coelum, non animum mutant, qui trans mare currunt" (Epist. I, 11, 27). Nos confiamos en que han de ser muchos quienes han de desmentir al viejo Horacio los que vuelvan a sus casas con el cuerpo descansado por un reposo bienhechor, con el espíritu enriquecido por numerosos descubrimientos, con el corazón ensanchado por el encuentro con otros, por el diálogo con las personas y por la apertura a sus problemas.

Es una verdadera educación a la caridad la que el turismo ha de favorecer. Al multiplicar las relaciones humanas, da la oportunidad de manifestar más comprensión y una fraternidad verdadera a través de la humilde realidad cotidiana de las vacaciones, si ella ha sido vivida en el amor mutuo y en la ayuda desinteresada. Porque el turista al desplazarse, no pone automáticamente en actitud de vacaciones a su egoísmo y a su individualismo habituales. Ha de tener una voluntad positiva de salir de su aislamiento – aun en el seno de los grupos mejor organizados para que su viaje pueda serle provechoso y le permita descubrir la realidad del mundo y la existencia de los demás. Es decir, existe una manera cristiana de viajar, que es el verdadero turismo social, en la que el turista puede dar a los demás, porque acepta recibir, y en el que, plenamente hombre entre los hombres, toma parte de sus penas y alegrías, y vive con ellos en un amor fraternal.

Estas son, Estimados Señores, las reflexiones que vuestra visita Nos ha inspirado y que Nos ha sido agradable comunicaros. Tened a bien ver en ellas una expresión del interés grande que Nos ponemos en vuestras actividades. Sobre ellas como sobre vosotros mismos, sobre vuestras familias, Nos invocamos de todo corazón la abundancia de las gracias divinas, en prenda de las cuales Nos os damos Nuestra Bendición Apostólica.


*ORe (Buenos Aires), año XIV, n°642, p.5.

 



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