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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LA JUNTA CENTRAL DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


Sábado 12 de diciembre de 1964

 

Con sumo gusto os recibirnos hoy por primera vez, queridos hijos e hijas encargados de formar la Junta Central de la Acción Católica Italiana.

En vosotros vemos representadas las amadas escuadras del laicado católico, fervientes y generosas, fielmente comprometidas en su obra consciente de colaboración con la jerarquía eclesiástica. En vosotros saludamos a los miembros más selectos, guías responsables de una acción tan extensa como necesaria, hombres que con profunda sensibilidad católica, en estos momentos especiales, quieren captar los signos, las exigencias, las necesidades del apostolado de los seglares y comunicar a todo el gran Organismo representado las más apropiadas directrices, las más seguras orientaciones, las normas más sabias y decisivas.

Nos esperamos mucho de vuestra inteligencia y de vuestra buena voluntad. El campo de trabajo que se abre ante la Acción Católica es amplio y sin confines y requiere con inaplazable urgencia el testimonio de apóstoles convencidos e íntegros, concretos y sacrificados, humildes y animosos. La situación en la que habéis sido llamados a prestar vuestro trabajo es la misma todavía, en verdad no muy desalentadora, que nuestro predecesor Pío XII, de venerable memoria, trazó el 10 de febrero de 1952 con estas palabras: “La persistencia de una condición general que no dudamos en llamar explosiva en todo instante, y cuyos orígenes han de buscarse en la tibieza religiosa de muchos, en el bajo nivel moral de la vida pública y privada, en la sistemática acción de intoxicación de las almas sencillas…, no puede dejar a los buenos inmóviles en el mismo surco, contemplando inactivos un futuro ruinoso” (Discurso a los fieles de Roma).

Nos mismo no ignoramos las críticas y acusaciones que se han dirigido a la Acción Católica, expresión para algunos de una concepción “clerical”, es decir, cerrada, interesada y pragmática del compromiso católico, mentalidad residual de un estéril integrismo que ha agotado su función histórica, arraigado, al parecer, en un estancamiento ideológico de tendencia, como dicen, conservadora y reaccionaria, incapaz de comprender las formas culturales y sociales que interpretan las tendencias fundamentales de la evolución humana y otras cosas por el estilo. Tampoco ignoramos las lisonjas y las asechanzas tendidas a los católicos y a muchas almas de jóvenes y trabajadores, en favor de una adhesión —votos de protesta contra movimientos y personas de nuestro campo, votos de simpatía para ideologías o instituciones contrarias a la religión y a la concepción cristiana de la vida—, de una colaboración que llaman constructiva, con fuerzas culturales y sociales en extremo peligrosas y siempre guiadas por la visión exclusiva y radical del interés propio.

Por ello no dudamos en reafirmar ante vosotros la necesidad de vuestra función en defensa y afirmación del nombre católico, en su auténtico significado; y gustosos os expresamos nuestra confianza en que sabréis dar a los principios católicos un testimonio siempre nuevo, positivo, fecundo y benéfico.

El reconocimiento que el Concilio viene proclamando de la dignidad del laicado católico, de su vocación a la plenitud de la vida cristiana, de su misión de apostolado en perfecta coordinación con el jerárquico, y con la debida extensión en su eficacia temporal y social, confirma nuestra esperanza en vuestra generosa correspondencia a los programas que se os han propuesto, como ciertamente confirma vuestros propósitos para una nueva y victoriosa reanudación de vuestra múltiple actividad.

Es necesario un programa concreto de trabajo, que sensibilice las conciencias, encienda las voluntades y haga crecer el sentido de responsabilidad en todos los creyentes; es necesario sacudir cierto torpor, que parece en ocasiones adueñarse de las escuadras de los buenos ante las formas más vistosas de cierta manera de ser insincera, malsana y provocativa; es necesario comunicar grandes ideas, alimentar fuertes convicciones sobre la grandiosa misión de una vida íntegramente cristiana que nace de la conciencia de su inserción en la comunidad de amor y de gracia, que se nos ofrece en el misterio de la Iglesia, y que quiere vivir a fondo sus exigentes compromisos., con la ayuda siempre presente de Cristo Santificador,

La Acción Católica Italiana es muy capaz de conseguir estos elevados objetivos, por su labor continua, capilar, eficaz, que realiza a través de sus campañas anuales, de sus cursos especializados de formación, a través de sus distintas iniciativas, que siempre llevan la impronta de un tono de frescor y oportunidad.

Continuad, queridos hijos e hijas, mejor digamos,  redoblad vuestros esfuerzos, vuestras preocupaciones, vuestras providencias, para que la Acción Católica Italiana, cada vez más digna de su bella historia, corresponda a nuestras vivas esperanzas y responda a las necesidades presentes. Contamos con vosotros y os seguimos con nuestra oración, con el deseo de que el Señor de la paz y del amor confirme vuestros esfuerzos con la ayuda omnipotente de su gracia.

La bendición apostólica que os vamos a impartir sea el sello de nuestros votos cordiales y prenda de felices progresos.

 



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