DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE AUSTRIA
ANTE LA SANTA SEDE*
Jueves 19 de junio de 1969
Excelentísimo Señor Embajador:
En este instante solemne de la presentación de sus cartas credenciales como nuevo Embajador de la República de Austria ante la Santa Sede, le acogemos con un cordial saludo y le damos gracias por las amables palabras que usted acaba de dirigirnos.
Austria, la patria de Su Excelencia, goza de grandes bellezas naturales y puede mirar hacia atrás contemplando una antigua y valiosa tradición cristiana. El cristianismo acuñó la historia de su pueblo y llevó las mejores fuerzas del mismo a su pleno perfeccionamiento. Son testimonio elocuente de ello las preciosas catedrales y monasterios de su patria, lo mismo que las inmortales melodías de los maestros austriacos.
Estas ricas prerrogativas naturales en el piano de la cultura dirigen casi de forma automática la mirada hacia Dios, del que procede todo bien y que es Dios de la paz.
Desde el comienzo de nuestro Pontificado nos hemos esforzado incansablemente por conservar la paz entre los pueblos. Lo mismo que nuestros Predecesores, recordamos constantemente a los hombres de nuestro movido siglo que en última instancia no existe otro fundamento para una paz auténtica, humana y durable sino la verdad, la justicia, el amor y la libertad (véase «Pacem in terris»).
Dentro de este contexto tiene su interés el que usted, Excelentísimo Señor Embajador, subrayara en su alocución que Austria es un país neutral. Esta neutralidad no significa debilidad o falta de interés, sino una intervención activa en favor de la paz. Su gobierno optó en principio por esta postura para así servir a la comunidad de los pueblos en sus esfuerzos a favor de la distensión. De esta manera, Austria se gana el respeto y la confianza de las demás naciones.
Excelentísimo Señor Embajador, puede usted contar con que vamos a poner en usted, lo mismo que en su predecesor, un aprecio especial. Agradecemos a Su Excelencia el Señor Presidente de la Federación los buenos deseos que usted nos ha hecho llegar por encargo de él y le rogamos le haga presentes los mejores deseos de nuestra parte. Quisiéramos que en su nuevo cargo, tan lleno de responsabilidades, halle usted ocasiones propicias para poner en práctica su gran experiencia por la conservación y profundización de las buenas relaciones entre la Santa Sede y su Gobierno.
Para ello le otorgamos a usted y a sus colaboradores con benevolencia de padre Nuestra especial Bendición Apostólica.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.26 p.11.
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