DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRESIDENTE DEL NÍGER*
Jueves 14 de enero de 1971
Señor Presidente:
Las afectuosas palabras que Nos habéis dirigido Nos conmueven profundamente y Nos sentimos muy feliz de poder expresar en esta ocasión a Vuestra Excelencia y al noble pueblo que representa, Nuestros mejores deseos y los sentimientos de respetuosa estima que animan tanto a Nos como a la comunidad católica del Níger.
En su mensaje, Vuestra Excelencia ha subrayado cierto número de condiciones necesarias para un auténtico progreso humano: la supremacía de los valores espirituales, la solidaridad y la ayuda mutua en el desarrollo económico, el establecimiento de la paz por medios justos más bien que por relaciones de fuerza.
Se trata, como habéis resaltado con gran delicadeza, de perspectivas que no Nos cansamos de desarrollar en el forum internacional, como hemos hecho especialmente en nuestra Encíclica Populorum Progressio, en Nuestro mensaje a África y en Nuestras alocuciones durante nuestro viaje a Uganda. Sí, para Nos el progreso de la técnica e incluso el de la cultura serían vanos y estarían consagrados al fracaso si no se diese al mismo tiempo una mayor conciencia de la vocación divina del hombre. La organización social, que es indispensable, sólo producirá frutos validos y duraderos en un clima de cooperación y de participación de todas las fuerzas vivas del País, y de relaciones solidarias con los vecinos inmediatos – como las del " Consejo de la Entente Cordial ", que habéis formado – con los amigos de África, de Europa y del mundo, asegurando de esta forma vuestro justo puesto en el concierto de las naciones. En definitiva, la felicidad exige que cada persona y cada entidad social sean respetadas en su carácter específico, pero que sepan también ellas mismas superar el individualismo estrecho o las rivalidades asesinas que pueden tentarles.
Nos conocemos y apreciamos los esfuerzos llevados a cabo por Vuestra Excelencia en este camino tan esperanzador. Los cristianos, como habéis podido experimentar, a pesar de su pequeño número sólo piden colaborar en todo lo que puede promover el desarrollo económico y social, la alfabetización y la cultura, la paz y la fraternidad. Este es el trabajo que quieren realizar los misioneros, las religiosas y los laicos católicos. Nos agradecemos a Vuestra Excelencia la benevolencia que les muestra. Ciertamente, su anhelo primordial es vivir su propia fe, respetando la de sus hermanos. Pero, ¿cómo podrían vivirla sin dar al mismo tiempo el generoso testimonio de un amor desinteresado, que es el corolario obligado de un amor que se expresa sirviendo, siguiendo las huellas del padre Carlos de Jesús, tan unido a las poblaciones de vuestra región?
Deseando que estas relaciones amistosas continúen y se intensifiquen, formularnos a la joven República del Níger, que acaba de celebrar su décimo aniversario, Nuestros deseos más cordiales. Y Nos manifestamos a Vuestra Excelencia, a quien Nos hemos tenido la alegría de acoger esta mañana, y a todos los que le han acompañado aquí, nuestra respetuosa simpatía implorando de todo corazón sobre Vos mismo y sobre vuestra querida patria, las abundantes bendiciones del Todopoderoso.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.4 p.7.
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