DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL NUEVO EMBAJADOR DE COSTA RICA
ANTE LA SANTA SEDE*
Lunes 7 de agosto de 1972
Señor Embajador:
Hemos escuchado con ánimo grato las deferentes palabras que acaba de pronunciar Vuestra Excelencia en este acto de presentación de las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Costa Rica ante la Santa Sede.
En sus devotas expresiones hemos podido percibir el eco de las convicciones y de los sentimientos que, profundamente arraigados en el alma y en la conducta de los costarriqueños, han contribuido a conformar la trayectoria histórica de su País en sus más nobles manifestaciones humanas y espirituales.
Ha querido poner de relieve Vuestra Excelencia la labor constante, solícita, de la Iglesia en favor del progreso y de la paz, ideales que reflejan de una manera palpable las más hondas inquietudes y aspiraciones de los hombres de nuestro tiempo.
No podía ser de otro modo. La Iglesia, siempre fiel al mandato de su divino Fundador, se siente intima y realmente solidaria del género humano, y continúa, con esfuerzo renovado, su misión de servicio leal y vigilante a la humanidad: ella proclama la dignidad inviolable de la persona, depositaria de valores eternos; señala los cauces legítimos a una expansión dinámica y ordenada de la libertad; fomenta un diálogo fecundo, a nivel de personas y de instituciones, para lograr esa armonía de mentes y de corazones, capaz de realizar en seno a la familia humana la vocación universal al destino común y sobrenatural del hombre, es decir, a su perfección, a su salvación. ¿No es esto edificar el bien común?
De ahí que nos procure íntimo gozo todo cuanto se realiza por purificar y estrechar más los vínculos de fraternidad, de estima recíproca y de cooperación en un clima, despejado de intereses meramente terrenos, donde el individuo pueda desarrollar integralmente toda su personalidad, ver satisfechas sus legítimas aspiraciones no sólo materiales, sino también morales y religiosas, y convertirse así en sujeto consciente y responsable de progreso dentro de la comunidad.
Sabemos con cuánto empeño y constancia se ha adelantado en Costa Rica esta tarea de promoción, con especial interés por la educación de la juventud, como base de una genuina igualdad, con sentido de justicia social, y garantía de una próspera y pacífica convivencia. A cuantos en Costa Rica dedican sus mejores energías a esta tarea de formación y de programación vaya nuestro atestado de paterna estima y reconocimiento.
Al corresponder con nuestro más respetuoso saludo al que, por mediación de Vuestra Excelencia, nos ha trasmitido el Presidente de su Nación, formulamos también, Señor Embajador, los mejores votos y le aseguramos nuestra benevolencia por el feliz cumplimiento de la noble y alta misión que ahora comienza.
Con estos sentimientos invocamos sobre Vuestra Excelencia, sobre su familia y los amados hijos de Costa Rica continuos y copiosos favores divinos.
*AAS 64 (1972), p.549-550;
Insegnamenti di Paolo VI, vol. X, p.794-795;
L’Attività della Santa Sede 1972, p.279-280;
OR 7-8.8.1972; p.1;
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.33 p.7.
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