DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE SRI LANKA
ANTE LA SANTA SEDE*

Jueves 14 de octubre de 1976

Señor Embajador:

Después del feliz establecimiento de relaciones diplomáticas, tenemos el gusto de recibir las Cartas Credenciales que le nombran primer Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Sri Lanka ante la Santa Sede.

Aceptamos complacido el saludo cordial que por medio de usted nos envían el Presidente y el Primer Ministro, quienes nos recibieron personalmente con ocasión de la inolvidable visita que rendimos a su país. De todo corazón correspondemos en esta ocasión a su amabilidad.

Le agradecemos también sus palabras acerca de nuestros esfuerzos en favor de los- derechos humanos de quienes sufren y están oprimidos; reconocemos con agrado el apoyo dado a nuestro llamamiento a empuñar las verdaderas armas de la paz.

En nuestro último Mensaje con Motivo del Día mundial de la Paz expresamos nuestro convencimiento de que la paz debe estar armada con el principio de la fraternidad: una fraternidad fundada y fortalecida en el amor y la bondad. Esta arma poderosa de la paz fue precisamente el tema de nuestro discurso hace seis años en Colombo. Fue el tema de lo que consideramos "nuestro mensaje especial a vuestra noble nación" (AAS 63, 1971, pág. 81; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 20 diciembre de 1970, pág. 9). Nuestro esperanzado deseo entonces –y lo repetimos hoy–  era que vosotros podáis hacer siempre que vuestra "fraternidad os aúne como una familia en vuestra vida social, económica y política, sin distinción alguna de casta, credo, color o lengua:" (ib.).

Nuestro afecto por todo el pueblo de Sri Lanka es, en verdad, muy grande. Oramos para que unidos en fraternidad podáis avanzar juntos hacia un progreso humano cada vez mayor, y hacia el pleno desarrollo de todo el potencial dado por Díos. Sobre usted y sus conciudadanos invocamos la bendición divina de una paz real y duradera.

*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.44, p.4.