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DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
AL SEÑOR DIA ALLAH EL-FATTAL,
EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA ÁRABE SIRIA
ANTE LA SANTA SEDE*


Jueves 15 de diciembre de 1977

 

Señor Embajador:

Valorarnos hondamente las amables palabras de S. E. el Presidente de la República Árabe Siria que usted nos ha transmitido. Le rogamos haga llegar a S. E. nuestra gratitud y nuestras oraciones fervientes por su prosperidad y la de todo el pueblo de Siria.

S. E. ha evocado el período en que estuvo aquí anteriormente hace 25 años. La actitud de muchos hombres y mujeres ha experimentado cambios considerables en este tiempo. Sin embargo, ello no ha sido suficiente para que surja un acuerdo satisfactorio y la confianza entre los pueblos de Oriente Medio, donde han continuado los sufrimientos, consecuencia de tragedias terribles.

Usted se ha referido sobre todo al pueblo palestino. Este pueblo nos preocupa mucho, por el hecho de que —entre otros— ha sufrido y está sufriendo más. En varias ocasiones hemos manifestado nuestra profunda solidaridad con ellos. No obstante los deplorables actos de violencia con los que se presenta a veces su causa a la atención del mundo, opinamos que se debiera prestar consideración más seria y generosa a dicha causa.

Sin embargo, por todos los pueblos de Oriente Medio, sin excepción, tenemos inquietud, porque todos están sufriendo no sólo en constantes conflictos armados, sino también a causa de los efectos continuados de una situación inestable. Aplaudimos su afirmación de que Siria se ha empeñado plenamente en encontrar una solución global por medios pacíficos, con la meta última de establecer una paz justa y duradera. Esperamos que todas las partes interesadas muestren de hecho su voluntad sincera en favor de esta causa y den todos los pasos concretos que sean factibles para establecer la atmósfera favorable y preparar el terreno que haga avanzar hacia la conclusión anhelada. Toda la ayuda que la Santa Sede pueda aportar para conseguir tal objetivo no será negada. En el desempeño de su alta misión de Embajador, que es misión de paz y de comprensión mutua, V. E. puede contar con nuestra ayuda cordial y la de nuestros colaboradores.

Pedimos a Dios que su misericordia y poder hagan fecunda su misión para bien de todos.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1978 n.3, p.11.



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