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DISCURSO DEL SANTO PADRE PÍO XII
A UN GRUPO DE LA «HERMANDAD DE INSPECTORES
DE ENSEÑANZA PRIMARIA»
DE ESPAÑA*

Martes 3 de julio de 1956

 

El que entre las multitudes, cada vez más numerosas, que constantemente llegan a esta Casa del Padre común, hayamos querido recibiros separadamente para poderos decir unas palabras, claramente os expresa —amadísimos hijos, miembros de la «Hermandad de Inspectores de Enseñanza Primaria» de España— el especial afecto que os profesamos y el interés que sentimos por vuestra función.

Sois muchos; pero, detrás de vosotros, Nos parece ver a los miles de maestros que habéis de organizar y dirigir en su función docente. Sois muchos; pero, detrás de vosotros y de vuestros maestros, alzamos todavía más la mirada y Nos parece ver a los millones de niños que de vosotros esperan, con los ojos inocentes muy abiertos, una orientación y una dirección para toda la vida.

Dadles una cultura proporcionada a su edad temprana; procuradles una preparación para las fases posteriores de su educación; inculcadles el santo amor a la familia y a la patria. Pero, sobre todo, dadles una formación religiosa y moral, sana, sólida, clara y bien fundamentada, que los haga mañana buenos hijos de familia, buenos ciudadanos de la patria y buenos miembros de la Iglesia, que en ellos tiene puestas sus esperanzas.

Tres cosas os habéis comprometido a ser: hombres íntegros, católicos ejemplares y profesionales modelo. Pero si es cierto que sabéis ver toda vuestra vida como la correspondencia a una especial llamada del Señor, si ha de ser realidad vuestro ideal de «Hacia Dios por la profesión», Nos os decimos que estas tres características deben fundirse en una sola, porque ni el hombre, ni el católico, ni el profesional son tres cosas separadas, sino que todo ello ha de concretarse en una persona, que sea capaz de enseñar más con el ejemplo que con la palabra, que lleve antes a la práctica lo que luego querrá proponer o exigir a los demás. Y cuando pensamos en el porvenir de la amadísima nación española, sinceramente os confesamos que lo vemos muy principalmente en vuestras manos y que experimentamos una satisfacción singular al saber que a vuestra Hermandad pertenece hoy la casi totalidad de los Inspectores, que forman vuestro cuerpo.

Pero vuestra visita tiene una finalidad determinada que deseamos recoger.

Nos traéis un álbum, el álbum de los niños españoles que quieren felicitar a su Padre el Papa. Lo veremos detenidamente, y bien podéis decir a los niños de todas las provincias de España que el Santo Padre lo ha estimado mucho, les da las gracias de todo corazón y siente el consuelo de ver escrito en cada una de sus páginas el amor que Nos profesan esos Nuestros hijos, amor al que Nos correspondemos con toda la efusión de Nuestra alma.

Sois portadores también de una colección de vuestra revista profesional; y Nos queremos aprovechar la ocasión para deciros que no desconocemos su valor y el bien que por medio de ella estáis llevando a cabo, como una de las muchas manifestaciones de vuestra actividad social.

Por fin, Nos entregáis un amplio informe de la colaboración cale todas las escuelas de España al Homenaje nacional que recientemente se Nos ha tributado y que, como es sabido, consiste en la edificación, aquí en Roma, de un nuevo Colegio Español más amplio y más capaz. Pues bien, decid a vuestros niños que igualmente esta generosidad se la agradecemos de modo particular y que quién sabe si el Señor la pagará un día, haciendo que alguno de ellos venga a Roma para habitar en este Colegio y formarse en él como digno ministro del Señor.

¡Hijos amadísimos! Seguid por el camino emprendido en la seguridad de que os acompañan Nuestro afecto y Nuestro constante interés.

Pedid, como dice vuestra Oración, fe firme. caridad ardiente, fortaleza cristiana, constancia inquebrantable y paciencia inalterable; que en vuestros labios florezca siempre la verdad, en vuestras obras el amor y en toda vuestra actuación la más clara ejemplaridad. Porque solamente así seréis dignos del puesto que ocupáis y de todas las gracias que el Señor os dispensa continuamente.

Nuestra Bendición para todos los niños de las escuelas de España; cerramos los ojos y Nos parece verlos pequeñitos, inocentes, con las manitas juntas, recibiendo la Bendición de rodillas. Que sobre sus cabecitas descienda abundante la gracia de lo alto. Y haga de ellos y de sus almas un jardín florido con todas las virtudes.

Nuestra Bendición para todos los maestros de España, ahí donde los vemos, al frente de sus niños, enseñándoles sobre todo a amar a Dios y a cumplir sus deberes de cristianos, para poder cumplir así también sus obligaciones de ciudadanos y de miembros de una familia.

Nuestra Bendición para vosotros de modo especial, para vuestras actividades, para vuestros ideales, para vuestros amigos y familiares. Nuestra Bendición para toda esa amadísima nación española, que en estos momentos vosotros tan dignamente representáis.


* Discorsi e Radiomessaggi, vol. XVIII, págs. 323-325.

 

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