DISCURSO DEL SANTO PADRE PÍO XII
A UN GRUPO DE TÉCNICOS MERCANTILES ORGANIZADOS
EN LA ACCIÓN CATÓLICA DE BARCELONA*
Jueves 6 de septiembre de 1956
La Barcelona industriosa —que, por su espíritu de iniciativa, su asiduidad al trabajo y su capacidad de organización, ha sabido crearse un nombre que la distingue en el campo de la técnica y de la industria—; la Barcelona católica —bien conocida también por su fervor religioso, sus excelentes organizaciones y su esplendidez y generosidad para las obras buenas— ha querido enviarnos hoy, hijos amadísimos, una peregrinación bien característica en vuestras personas, que, por ser técnicos mercantiles y por estar organizados como una rama especializada de la Acción Católica, merecéis ostentar dignamente la representación que en estos momentos ante Nos os califica.
Bienvenidos, pues, a la casa del Padre, que con tanta atención sigue vuestra actividad; ya llena de ricos frutos. Y si Nos preguntáis cuales son, más en especial, los motivos de Nuestro interés os responderemos brevemente que son tres.
I- Antes que nada creemos especialmente oportuno poner de relieve la función delicadísima que os toca ejercitar, al quedar colocados —en esa compleja maquinaria que es la empresa— entre el empresario y el productor, entre la rueda y el eje propulsor, comos si de vosotros se exigiera armonizar estos elementos, cuyos intereses a veces podrían aparecer encontrados, pero que en realidad es necesario que se entiendan y se compenetren, que la máquina funcione. ¡Cuántas veces dependerá de vosotros la realización práctica de esta mutua comprensión, y cuántas virtudes exigirá esta función, apoyándose en el tacto y en la intuición de las ventajas reales de cada uno, desarrollándose dentro de los límites de la posibilidad y de la prudencia, teniendo siempre como mira el bien común, inspirándose continuamente en la verdadera caridad!
II - Pero la dificultad de esta misión en el caso vuestro encuentra un apoyo incomparable y un sostén inquebrantable en la madurez, en la amplitud, en la solidez de la doctrina social católica que, arrancando de los principios evangélicos y teniendo siempre en cuenta los postulados fundamentales de la moral, no menos que los inalienables derechos de la persona humana, os podrá servir siempre de guía segura en vuestro difícil camino. ¡Y cuánta confianza debe inspiraros una doctrina cuya excelencia vemos cada día en la práctica, a lo menos por las tremendas consecuencias que trae consigo el olvidarla o el querer prescindir deliberadamente de ella! Y bien inútil será buscar tranquilidad, paz y orden entre los hombres, mientras este orden, esta paz y esta tranquilidad no comiencen en el interior mismo de las naciones y especialmente en las relaciones entre las diversas categorías sociales.
III - Por fin, para cumplir mejor con vuestros deberes técnicos, profesionales y apostólicos, habéis querido organizaros como una rama especializada dentro del cuerpo de la Acción Católica, recibiendo de tan fecunda planta la savia, la vida y el vigor, y correspondiendo por vuestra parte al restituirle vida nueva y esplendor constante con vuestra fructuosa labor. La Acción Católica, hijos amadísimos, como colaboración al apostolado jerárquico de la Iglesia, es natural que revista en cierto modo todas las características de éste y, muy en particular, la universalidad que no excluye ningún campo, que no juzga extraño ningún problema, que sabe llegar hasta donde sea necesario con tal de que lo exijan así la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la salvación de las almas. El campo en que vosotros os movéis es, por muchas razones, uno de los más necesitados. Y será para vosotros gloria singular el que la divina Providencia se haya querido servir de vuestra actividad y de vuestras personas, para que la doctrina de Cristo, el amor y el respeto a las leyes de la Iglesia, la práctica de la vida cristiana vuelvan a ciertos ambientes, donde acaso se ha notado más su ausencia en los últimos tiempos.
Una Bendición, hijos amadísimos, para vosotros personalmente y para todas vuestras intenciones y deseos. Pero una Bendición también para vuestra floreciente Rama y para toda la Acción Católica Barcelonesa; una Bendición para vuestras empresas, muy en especial para Nuestros queridísimos hijos los que, precisamente por ocupar una posición más humilde y más sufrida, son siempre más dignos de Nuestro particular afecto; una Bendición para vuestra Barcelona, para toda la región catalana y para toda esa amadísima España, cuyo mayor bien continuamente deseamos con verdadero amor de padre.
* Discorsi e Radiomessaggi, vol. XVIII, págs. 401-403.
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