DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII
A LOS MINISTROS EUROPEOS DE TRANSPORTES*
Sala del Consistorio
Jueves 24 de octubre de 1957
La séptima sesión del Consejo de Ministros de la Conferencia Europea de Ministros de Transportes, que os ha reunido en Roma, señores, ha despertado en vosotros el deseo de ser recibidos por Nos; y Nos con mucho gusto satisfacemos ese deseo, celebrando poder saludar en vuestras personas a los representantes de diecisiete naciones que toman parte en vuestra Conferencia.
La cuestión de los transportes, tan íntimamente ligada a la del Mercado Común y a todos los problemas de la federación europea, es sin duda de las que requieren una continua puesta al día. Es claro, en efecto, que la eficacia de los recientes tratados económicos depende en parte no indiferente de la facilidad, rapidez y seguridad de los intercambios que se establecen en vuestros países. Cuanto mejor sea la coordinación de las redes de carreteras, ferrocarriles, aviones, mejores serán también las relaciones comerciales y humanas entre las diversas regiones de Europa. Si la parte técnica escapa a nuestra competencia, Nos, comprendemos sin embargo, perfectamente las dificultades por la complejidad de los datos que hay que tener presentes; pero las consecuencias de una armonización más perfecta de los transportes europeos interesa tan de cerca a la causa de una unión pacífica, por Nos tan deseada, que no podemos sentirnos indiferentes a los progresos que se han de conseguir, así lo esperamos vivamente, de las conversaciones y de vuestros estudios comunes en la Ciudad Eterna.
La Liturgia romana de hoy, 24 de octubre, celebra al Arcángel Rafael, invocado en la Iglesia como protector de los viajeros. La narración del libro de Tobías, en la que el mensajero de Dios guía a buen puerto a su protegido, es sin duda el origen de esta devoción y Nos no podemos dejar de subrayar esta feliz coincidencia sin alegrarnos de que, por este hecho, hayáis tomado parte en la oración de la Iglesia. Y así, al formular los mejores augurios por el éxito de vuestras reuniones, pedimos a Dios que os ayude en vuestros esfuerzos y que los conduzca a buen fin. Y en prenda de nuestra benevolencia, impartimos a vosotros los aquí presentes, a vuestras familias y a vuestros seres queridos, nuestra paternal Bendición Apostólica.
*ORe (Buenos Aires), añoVII, n°311 p.3.
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