JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 17 de noviembre de 1982
1. Quiero agradecer una vez más al Rey de España y a las autoridades del país, así como también a la Conferencia Episcopal Española, la invitación a la clausura del 400º Aniversario de la muerte de Santa Teresa de Jesús. No pude participar en la inauguración de este jubileo, hace un año, pero he podido ir a España para su conclusión solemne.
La solemnidad de la clausura del Año Teresiano tuvo lugar el día de Todos los Santos, primero en Ávila, donde nació la gran Santa reformadora del Carmelo y Doctora de la Iglesia, y luego en Alba de Tormes, donde terminó su vida terrena, el año 1982. De este modo se ha realizado la clausura del Año Teresiano en España con la presencia y la participación del Papa.
2. El Jubileo Teresiano tiene una elocuencia específica, no sólo dada la figura de la Santa, sino también indirectamente, teniendo presente el período en que ella vivió y que es muy importante para la historia de la Iglesia. Juntamente con la gran obra de Teresa de Jesús aparece en el horizonte del Carmelo renovado San Juan de la Cruz. Y por tanto, en el marco de la misma peregrinación, he podido visitar, el 4 de noviembre, también su tumba en Segovia. La misión de los dos Santos Doctores de la Iglesia se encuadra en el periodo inmediatamente posterior a la Reforma, y, a la vez, se coloca después del Concilio Tridentino, que comienza una renovación de la Iglesia Significativa para aquellos tiempos.
En este proceso España tuvo una parte muy importante. La renovación que comenzó en la Península Ibérica abrazó, por medio de los Santos carmelitas; la esfera de la vida espiritual, el campo de la ascética y de la mística, y, al racismo tiempo se extendió al campo del apostolado y de las misiones en el sentido moderno de la palabra. En el curso de mi peregrinación a España he podido visitar también los dos lugares que se vinculan con este radio de renovación: Loyola y Javier. El primero, en la Zona Vasca, es el lugar del nacimiento de San Ignacio fundador de la Compañía de Jesús; el segundo es el lugar de nacimiento de San Francisco Javier, gran pionero y patrono de las misiones. Los caminos misioneros del Santo, uno de los primeros compañeros de Ignacio de Loyola, lo llevaron ante todo hacia el Extremo Oriente. Al mismo tiempo no hay que olvidar que entonces, ya desde casi un siglo después del descubrimiento de América, los misioneros se dirigían hacia Occidente para anunciar el Evangelio.
3. Así, pues, en el centro de la visita del Papa se encontraban los grandes Santos que ha engendrado la tierra española. Los Santos son también el coronamiento más pleno de la historia de la Iglesia en la Península Ibérica, historia que se remonta a los tiempos apostólicos. A esta Península se encaminó San Pablo en sus viajes misioneros. Sin embargo, ha quedado fijado, sobre todo, el recuerdo y la tradición de Santiago el Mayor en Compostela, en la extremidad Noroeste de España, adonde llegaban, durante muchos siglos, los peregrinos de los diversos países de Europa.
Uniéndose a su larga fila, el Papa ha querido hacer referencia a las tradiciones apostólicas de la Iglesia y de la nación en la Península Ibérica. Estas tradiciones continuaron incluso durante los siglos, cuando gran parte de la Península se hallaba bajo la dominación de los musulmanes, y se desarrollaron nuevamente cuando los Reyes Católicos, Isabel y Fernando reunieron bajo su poder a toda España.
La peregrinación a ese País me ha llevado a los centros más antiguos de la fe y de la Iglesia en el espacio de casi dos mil años. Esta fe y la Iglesia han dado frutos, en medida particular, con los Santos y los Beatos de todas las épocas. La beatificación de la humilde sierva de los pobres, Beata Ángela de la Cruz en Sevilla, ha sido el último sello de este proceso histórico.
4. Y, a la vez, esta peregrinación papal a España ha entrado en el contexto de toda la realidad contemporánea de la Iglesia, del Pueblo de Dios en la Península Ibérica. En el marco de la tradición secular han aparecido los problemas y los temas que componen la vida de la Iglesia y de la sociedad hoy, y que fueron confiados al Señor desde el primer día con la participación en el acto eucarístico de la Adoración Nocturna.
Desde este punto de vista, ha sido particularmente elocuente la visita a Toledo, sede primada de España, lugar de importantes Concilios en los siglos pasados de la Iglesia. Al mismo tiempo, la celebración eucarística en Toledo reunió a los representantes del apostolado de los laicos de todo el país, y a ellos estuvo dedicada la homilía de la santa Misa.
La problemática de la vida de los laicos encontró también su expresión durante la Santa Misa para las familias en Madrid. Durante el viaje, fue ésta la asamblea más numerosa de todas y en ella fueron puestos de relieve los problemas sobre la responsabilidad del matrimonio católico y de la familia.
Inmediatamente a su lado puede situarse el encuentro con la juventud en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid, donde se reunieron centenares de millares de jóvenes participantes (nada menos que más de medio millón), y la mayor parte hubieron de quedar fuera del estadio.
5. El camino de la visita a España llevaba no sólo a seguir las huellas de grandes Santos, sino también a los grandes centros que reúnen la parte más conspicua de la población, como Madrid, Barcelona, Sevilla. Valencia, Zaragoza. En las cercanías de Valencia visité también los terrenos afectados recientemente por el aluvión. En Barcelona el encuentro principal, además de la celebración eucarística central, estuvo dedicado al mundo del trabajo, a los obreros e industriales. En Sevilla la homilía se dirigía a los agricultores. Los hombres del mar tuvieron un encuentro especial en Santiago de Compostela. A la emigración y a los emigrados se dedicó el encuentro en Guadalupe. Luego, han ocupado no pequeño espacio en el programa de la visita los centros de la ciencia y de la cultura: el encuentro con los representantes de las Reales Academias de la investigación científica y de la Universidad en Madrid, completado con el encuentro con la juventud universitaria. En Salamanca tuvo lugar el discurso a los cultivadores de las ciencias eclesiásticas, principalmente a los teólogos.
6. La Iglesia en España realiza su misión introduciendo en la vida la doctrina del Concilio Vaticano II, todos los encuentros arriba indicados prueban cómo la Iglesia busca estar presente en el mundo contemporáneo. Convendría añadir aquí también el encuentro con el mundo de los medios de comunicación social, principalmente con los periodistas, y la visita a la Organización mundial del Turismo.
Sin embargo, conviene dedicar especial atención a los que de modo especial sirven, con la propia vocación y actividad, a la misión de la Iglesia. En primer lugar, hay que mencionar aquí a la Conferencia del Episcopado, con la que me encontré, en su nueva sede, inmediatamente después de la llegada a España, la primera tarde.
La jornada sacerdotal se celebró el 8 de noviembre en Valencia, donde pude conferir la ordenación sacerdotal a 141 diáconos, y hablar a los sacerdotes representantes de todas las diócesis. A los seminaristas les dirigí un mensaje particular escrito.
Por separado, tuvieron lugar los encuentros con los representantes de las órdenes y de las congregaciones religiosas masculinas y de las órdenes y congregaciones religiosas femeninas, ambas en Madrid. Las congregaciones religiosas de clausura enviaron sus representantes a Ávila.
Los grandes méritos misioneros de la Iglesia en España fueron recordados durante el encuentro de Javier, donde 50 nuevos misioneros recibieron el crucifijo.
La misión de la Iglesia se realiza a través de la continua educación en la fe. A este importante problema estuvo dedicado un encuentro en Granada.
7. El Concilio Vaticano II ha recordado la verdad de la presencia particular de la Madre de Dios, María, en la misión de Cristo y de la Iglesia. Esta verdad está también especialmente viva en toda la tradición de la Iglesia en tierra española. De ella dan testimonio imágenes sagradas y esculturas en diversas catedrales e iglesias de aquella tierra. Dan testimonio las diversas invocaciones, mediante las cuales los Confesores de Cristo se dirigen a su Madre. Finalmente dan testimonio de ella los diversos santuarios, de los cuales menciono al menos el ya recordado de Guadalupe (en cierto sentido prototipo del americano en México) y el de Montserrat, cerca de Barcelona. Como lugar del acto mariano nacional se eligió el santuario de la Madre de Dios "del Pilar" en Zaragoza
8. Al recordar, al menos brevemente, todos estos encuentros, comprendidos los que tuve con la comunidad ecuménica, con los judíos y con mis compatriotas, encuentros con los vivos e incluso con los muertos —puesto que, en efecto, pude pasar en España precisamente el día de la Conmemoración de todos los Difuntos—, quiero manifestar una ferviente acción de gracias al Señor por la riqueza de sanas energías y de propósitos generosos que he encontrado en esta tierra de tradiciones tan antiguas e ilustres. Doy gracias en particular por la vitalidad de ese pueblo y por sus sentimientos profundamente religiosos. Del mismo modo también estoy agradecido al Señor por el compromiso de vida cristiana, que manifiesta esa Iglesia, a la que deseo de corazón, con la ayuda de Dios, resultados cada vez más eficaces y luminosos.
Y, a la vez, ruego para que esta visita sirva a la gran causa de la misión de la Iglesia en la sociedad de la España contemporánea e incluso de la Europa contemporánea: hoy y mañana. A este importante problema estuvo dedicado el último acto en la catedral de Santiago de Compostela con la presencia de los Reyes y de los representantes de diversos países y Episcopados europeos.
Que sobre los espléndidos fundamentos de dos mil años se formen las nuevas generaciones del Pueblo de Dios en la Península Ibérica y en el continente europeo.
Saludos
Queridos hermanos y hermanas:
Mi saludo más cordial y afectuoso a todos vosotros, amadísimos españoles y peregrinos de lengua española. En presencia vuestra quiero hoy dar una vez más mis sentidas gracias al Rey de España, así como a las Autoridades civiles y a la Conferencia Episcopal Española por haberme invitado a la clausura del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús, reformadora del Carmelo y Doctora de la Iglesia universal.
El jubileo teresiano ha quedado clausurado en Avila, donde nacío la Santa, y en Alba de Tormes, donde terminó su paso por este mundo. Al lado de Santa Teresa, compartiendo sus ansias de perfección, aparece en el Carmelo renovado la figura de San Juan de la Cruz, cuyo sepulcro tuve ocasión de venerar en Segovia. La misión de ambos Doctores coincide con el período posterior a la Reforma y al Concilio de Trento, época en que se inicia una significativa renovación para la Iglesia de entonces.
En este proceso de renovación, España desempeñó un papel de gran relieve no sólo en lo que se refiere a la esfera de la vida espiritual, en el campo de la ascética y mística, sino también a la implantación del Evangelio en otras tierras recién descubiertas, gracias al espíritu apostólico de sus misioneros, entre ellos San Ignacio y San Francisco Javier, naturales de Loyola y Javier respectivamente, lugares también visitados por mí.
Así pues, durante esta peregrinación a tierras españolas he sido llevado de la mano de los Santos. No olvidemos que la historia de la Iglesia en España se remonta a San Pablo y a Santiago el Mayor, cuyo recuerdo permanece en Santiago de Compostela, meta de peregrinos para los distintos países de Europa; una tradición apostólica que sigue dando frutos de santidad, como demuestra la beatificación de Sor Ángela de la Cruz en Sevilla.
Al mismo tiempo me ha sido dado acercarme a la realidad contemporánea del Pueblo de Dios en España. En este contexto de amplio horizonte eclesial quiero recordar los encuentros con los representantes del apostolado seglar en Toledo, con las familias y los jóvenes en Madrid, con los agricultores en Sevilla, con el mundo del trabajo en Barcelona, con el mundo de la emigración en Guadalupe, con las gentes del mar en Santiago, a los que hay que añadir la visita a los centros de la ciencia y de la cultura en la Universidad de Madrid y en la Pontificia de Salamanca.
Todos estos encuentros muestran el interés de la Iglesia por estar presente en el mundo actual. En esta continua búsqueda por llevar el mensaje evangélico a todos los rincones de la sociedad, se ha de encuadrar el encuentro con los representantes de las comunicaciones sociales y la visita a la organización mundial del turismo. Particular significado asumen a este fin evangelizador los encuentros con quienes por vocación sirven a la misión de la Iglesia: la Conferencia Episcopal y los sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros, y en general los educadores en la fe a quienes me dirigí en Granada.
Quiero asimismo recordar, a honor de la piedad mariana que alienta la fe del pueblo español, los Santuarios dedicados a la Madre de Dios, que pude visitar: Guadalupe, Montserrat y la Virgen del Pilar en Zaragoza.
Al repasar ahora, aunque sea rápidamente, todos estos lugares, me salen del alma sentimientos de la más profunda gratitud al Señor y a la querida España. Al mismo tiempo pido en mis plegarias que esta visita redunde en bien para la Iglesia, para la sociedad española y para la Europa de nuestro tiempo: hoy y mañana. A este problema fue dedicado mi último encuentro en la Catedral de Santiago de Compostela, en presencia de los Reyes y de los representantes de los Países y Episcopados europeos.
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