JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de noviembre de 2001
Himno de victoria por el paso del mar Rojo
1. Este himno de victoria (cf. Ex 15, 1-18), propuesto en las Laudes del sábado de la primera semana, nos remite a un momento clave de la historia de la salvación: al acontecimiento del Éxodo, cuando Israel fue salvado por Dios en una situación humanamente desesperada. Los hechos son conocidos: después de la larga esclavitud en Egipto, ya en camino hacia la tierra prometida, los hebreos habían sido alcanzados por el ejército del faraón, y nada los habría salvado de la aniquilación si el Señor no hubiera intervenido con su mano poderosa. El himno describe con detalle la insolencia de los planes del enemigo armado: "perseguiré, alcanzaré, repartiré el botín..." (Ex 15, 9).
Pero, ¿qué puede hacer incluso un gran ejército frente a la omnipotencia divina? Dios ordena al mar que abra un espacio para el pueblo agredido y que se cierre al paso de los agresores: "Sopló tu aliento y los cubrió el mar, se hundieron como plomo en las aguas formidables" (Ex 15, 10).
Son imágenes fuertes, que quieren expresar la medida de la grandeza de Dios, mientras manifiestan el estupor de un pueblo que casi no cree a sus propios ojos, y entona al unísono un cántico conmovido: "Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré" (Ex 15, 2).
2. El cántico no habla sólo de la liberación obtenida; indica también su finalidad positiva, la cual no es más que el ingreso en la morada de Dios, para vivir en comunión con él: "Guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado; los llevaste con tu poder hasta tu santa morada" (Ex 15, 3).
Así comprendido, este acontecimiento no sólo estuvo en la base de la alianza entre Dios y su pueblo, sino que se convirtió también en un "símbolo" de toda la historia de la salvación. Muchas otras veces Israel experimentará situaciones análogas, y el Éxodo se volverá a actualizar puntualmente. De modo especial aquel acontecimiento prefigura la gran liberación que Cristo realizará con su muerte y resurrección.
Por eso, nuestro himno resuena de un modo especial en la liturgia de la Vigilia pascual, para destacar con la intensidad de sus imágenes lo que se ha realizado en Cristo. En él hemos sido salvados, no de un opresor humano, sino de la esclavitud de Satanás y del pecado, que desde los orígenes pesa sobre el destino de la humanidad. Con él la humanidad vuelve a entrar en el camino, en el sendero que lleva a la casa del Padre.
3. Esta liberación, ya realizada en el misterio y presente en el bautismo como una semilla de vida destinada a crecer, llegará a su plenitud al final de los tiempos, cuando Cristo vuelva glorioso y "entregue el reino a Dios Padre" (1 Co 15, 24). Precisamente a este horizonte final, escatológico, la Liturgia de las Horas nos invita a mirar, introduciendo nuestro cántico con una cita del Apocalipsis: "Los que habían vencido a la bestia cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios" (Ap 15, 2-3).
Al final de los tiempos se realizará plenamente para todos los salvados lo que el acontecimiento del Éxodo prefigura y la Pascua de Cristo ha llevado a cabo de modo definitivo, pero abierto al futuro. En efecto, nuestra salvación es real y profunda, pero está entre el "ya" y el "todavía no" de la condición terrena, como nos recuerda el apóstol san Pablo: "Porque nuestra salvación es en esperanza" (Rm 8, 24).
4. "Cantaré al Señor, sublime es su vitoria" (Ex 15, 1). Al poner en nuestros labios estas palabras del antiguo himno, la Liturgia de las Laudes nos invita a situar nuestra jornada en el gran horizonte de la historia de la salvación. Este es el modo cristiano de percibir el paso del tiempo. En los días que se acumulan unos tras otros no hay una fatalidad que nos oprime, sino un designio que se va desarrollando, y que nuestros ojos deben aprender a leer como en filigrana.
Los Padres de la Iglesia eran particularmente sensibles a esta perspectiva histórico-salvífica, pues solían leer los hechos más destacados del Antiguo Testamento —el diluvio del tiempo de Noé, la llamada de Abraham, la liberación del Éxodo, el regreso de los hebreos después del destierro de Babilonia, ...— como "prefiguraciones" de eventos futuros, reconociendo que esos hechos tenían un valor de "arquetipos": en ellos se anunciaban las características fundamentales que se repetirían, de algún modo, a lo largo de todo el decurso de la historia humana.
5. Por lo demás, ya los profetas habían releído los acontecimientos de la historia de la salvación, mostrando su sentido siempre actual y señalando la realización plena en el futuro. Así, meditando en el misterio de la alianza sellada por Dios con Israel, llegan a hablar de una "nueva alianza" (Jr 31, 31; cf. Ez 36, 26-27), en la que la ley de Dios sería escrita en el corazón mismo del hombre.
No es difícil ver en esta profecía la nueva alianza sellada con la sangre de Cristo y realizada por el don del Espíritu. Al rezar este himno de victoria del antiguo Éxodo a la luz del Éxodo pascual, los fieles pueden vivir la alegría de sentirse Iglesia peregrina en el tiempo, hacia la Jerusalén celestial.
6. Así pues, se trata de contemplar con estupor siempre nuevo todo lo que Dios ha dispuesto para su pueblo: "Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron tus manos" (Ex 15, 17). El himno de victoria no expresa el triunfo del hombre, sino el triunfo de Dios. No es un canto de guerra, sino un canto de amor.
Haciendo que nuestras jornadas estén impregnadas de este sentimiento de alabanza de los antiguos hebreos, caminamos por las sendas del mundo, llenas de insidias, peligros y sufrimientos, con la certeza de que nos envuelve la mirada misericordiosa de Dios: nada puede resistir al poder de su amor.
Saludos
Doy mi cordial bienvenida a todos los peregrinos venidos de España y de Latinoamérica, de México. Que la lectura y meditación de este cántico os aliente a vivir cada una de vuestras jornadas en la perspectiva de la historia de la salvación.
(En croata)
La Eucaristía es el memorial que Cristo nos ha mandado celebrar, convite pascual, sacrificio único de la nueva y eterna alianza. En ella se realiza la obra de nuestra redención y se derraman abundantemente sus frutos, tanto para los vivos como para los difuntos.
(A los "Sacerdotes misioneros de la Realeza de Cristo")
Os deseo que encontréis en la oración nuevo impulso apostólico, para que vuestro testimonio de Cristo y de su Evangelio sea cada vez más eficaz.
(A la asociación "Mi Dios canta joven")
Ojalá que vuestras canciones sean el eco del mandamiento de Cristo: Amaos como yo os he amado.
(En italiano)
Hoy, memoria litúrgica de la Presentación de la Santísima Virgen María en el templo, se celebra la Jornada en favor de las monjas de clausura. A las religiosas llamadas por el Señor a la vida contemplativa deseo asegurar mi especial cercanía y la de toda la comunidad eclesial. Al mismo tiempo, renuevo la invitación a todos los cristianos a que proporcionen a los monasterios de clausura el necesario apoyo espiritual y material. En efecto, debemos mucho a estas personas que se consagran totalmente a orar sin cesar por la Iglesia y el mundo. A todas estas queridas religiosas envío de corazón una especial bendición apostólica.
(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)
El próximo domingo, último del tiempo ordinario, celebraremos la solemnidad de Cristo, Rey del universo. Queridos jóvenes, que Jesús sea el centro de vuestra vida, así recibiréis de él luz y valentía en vuestras opciones de cada día. Cristo, que ha hecho de la cruz un trono real, os enseñe, queridos enfermos, a comprender el valor redentor del sufrimiento vivido en unión con él. A vosotros, queridos recién casados, os deseo que reconozcáis la presencia del Señor en vuestro camino matrimonial, de forma que participéis en la construcción de su reino de amor y de paz.
* * *
Me entristece profundamente la reciente noticia del brutal asesinato de cuatro periodistas, en Afganistán. Expreso mi condolencia a los familiares y a cuantos se han visto afectados por este dramático acontecimiento. Encomendemos a la misericordia del Señor las almas de estos difuntos, y por ellos, así como por todas las demás víctimas de la violencia, recemos ahora cantando juntos el padrenuestro.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana