DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS DE LA
PONTIFICIA ACADEMIA ECLESIÁSTICA*
Jueves 22 de febrero de 1973
Nos deseamos expresaros nuestra alegría por este encuentro, queridos alumnos de la Pontificia Academia Eclesiástica, que os ha reunido a nuestro alrededor junto con vuestro venerado presidente, mons. Felice Pirozzi.
¡Bienvenidos seáis! Vuestra visita adquiere hoy un significado especial en la festividad de la Cátedra de Pedro; y esta conmemoración litúrgica, celebrada en Roma ya desde el siglo IV para significar la unidad de la Iglesia fundada sobre el Apóstol, suscita en Nuestro ánimo, como en el vuestro, ciertamente, una oleada de sentimientos, sugiriéndoNos algunas consideraciones que Nos creemos adecuadas a la gozosa circunstancia de vuestra visita.
Esta es la fiesta que recuerda de manera eficaz la función de Pedro en la Iglesia, es decir, su particular carisma de unidad y de cohesión para toda la sociedad eclesial; como subraya nuestro predecesor San León Magno, en la página que hoy leemos en la Liturgia de las Horas: ut, quamquam in populo Dei multi sacerdotes sint multique pastores, omnes tamen proprie regat Petrus, quos principaliter regit et Christus (Sermo IV de natali ipsius; PL 54, 149).
Vosotros seréis los humildes pero valiosos servidores de este carisma de Pedro, por el que él continúa confirmando en la fe a los hermanos (cf. Lc 22, 32). Y por ello comprendéis bien con qué trémula solicitud os prepara la Santa Sede para vuestra futura tarea, delicada y difícil. Ella os enviará a prestar vuestra colaboración en las diversas Representaciones Pontificias, repartidas por todo el mundo, para que podáis testimoniar, con una acción discreta, sacrificada y frecuentemente ignorada por la mayoría, la presencia operante del sucesor de Pedro al servicio de las Iglesias locales y del bien de los diversos pueblos.
Debéis dedicaros, durante estos breves años, a un gran programa de santificación específicamente sacerdotal, en la devoción plena y genuina a la Iglesia y a una profunda formación intelectual, para estar a la altura de la tarea que os será encomendada con tanta confianza y tanta esperanza. Nos hacemos votos, por ello, para que podáis ver en vuestro trabajo, de hoy y de mañana, la realización de un servicio eclesial particularmente valioso y meritorio, que debe ser vivido con un espíritu auténticamente evangélico de caridad y de entrega.
Nos invocamos sobre vosotros la protección maternal de la Virgen Santísima y, como signo de Nuestra continua benevolencia, Nos impartimos sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos la propiciadora bendición apostólica, que Nos hacemos extensiva especialmente a mons. Pirozzi, vuestro presidente, a sus colaboradores y a todo el cuerpo docente.
*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n°9, p.11.
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