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  DISCURSO DE SU SANTIDAD PÍO XII
AL SR. AKE HENDRIK GARTZ,
NUEVO EMBAJADOR DE FINLANDIA
*

Viernes 16 de noviembre de 1951

 

Señor Ministro:

Luego de una interrupción de algún tiempo, he aquí la Legación de la República de Finlandia restablecida en manos de un Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario. Este acontecimiento Nos llena de viva alegría, y es una nueva prueba de la cordialidad que ha caracterizado, desde sus comienzos, las relaciones entre la Santa Sede y vuestro País, a partir de la realización de su independencia política.

Vuestra Excelencia inaugura su misión en una época en que aquellas que se llaman "las pequeñas naciones", siguen con creciente aprehensión las diferencias surgidas entre las grandes potencias y los grupos de Estados comprendidos en sus respectivas zonas de influencia.

Son precisamente las "pequeñas naciones" las que aspiran con una muy comprensible ansiedad, a saludar el despertar de un espíritu nuevo, consagrado a liberar la comunidad y a la colaboración de los pueblos de la pesadilla obsesionante de una desenfrenada codicia de poder, y a dar la primacía que le corresponde a la concepción moral del derecho.

Por poco que se conozca la historia de vuestro país, joven como Estado independiente, pero con profundas raíces en el pasado, se sabe que el pueblo finés – sin perjuicio de su voluntad de legítima y viril afirmación de sus propios valores – se siente sin embargo ligado a la causa de la paz, y al perfeccionamiento progresivo del derecho internacional al servicio de un fin tan elevado.

En esta disposición de espíritu frente al problema de la paz, vuestro noble pueblo puede sentirse solidario con las principales aspiraciones de la Santa Sede en este terreno, y esa es, sin duda una de las causas, y no la menor, que han favorecido el desarrollo de las relaciones recíprocas, en una atmósfera que satisfacer a ambas partes.

En la firme esperanza de que la alta misión de que Vuestra Excelencia está investido, servirá para estrechar cada vez más los lazos de comprensión y de confianza entre la Santa Sede y la República de Finlandia, Nos invocamos la protección del Altísimo sobre vuestra lejana Patria, particularmente sobre Su Excelencia el señor Presidente de la República, y en este momento en que Vuestra Excelencia asume solemnemente su importante cargo, Nos le damos la seguridad de nuestro constante y caluroso apoyo.


*ORe (Buenos Aires), año I, n°9 p.1.

 



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